domingo, 5 de enero de 2014
Ambos estaban arrodillados, buscando piedritas de colores entre las hojas verdes y blancas del piso, caidas de los arboles que les daban sombra. El hizo algún chiste sin demasiado sentido y ella soltó una carcajada. Levanto la cabeza y la miró, las manchas de luz bailando sobre su rostro, su carcajada flotando y fluyendo en el aire, como el arroyo de agua fria que corria al lado de la arboleda. Su corazon salto al ritmo de esa carcajada y pensó que ni el mejor compositor de toda la Historia iba a poder nunca igualar ese sonido tan bello.
Saltó sobre ella, haciéndole cosquillas mientras ella agarraba puñados de hojas y se los arrojaba. Ambos rodaron enredados, sin parar de reir.
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